Dos personajes, Jodoco y Miriñake, recorren la ciudad de
Quito, luego de una catástrofe nuclear. Tienen una misión: comprender cómo fue la
sociedad que la gran bomba destruyó. Son agentes de investigación de una
organización neo-estatal/académica difusa, poco institucionalizada y fantasmal.
En la ciudad quedan unos pocos sobrevivientes, huraños, que ven a los dos estudiosos
con indiferencia: ni los agreden ni los ayudan.
Jodoco, un ex profesor de literatura, es de estatura media
y de mediana edad, enclenque, viste el hábito de monje que, en su tiempo, usan
los académicos, tiene una cabeza grande, calva y bulbosa. Miriñake es un
cyborg: en el cuerpo contrahecho de una niña, que nació afectada por las
radiaciones, se han conectado varios dispositivos electrónicos: órganos que le
permiten vivir, articulaciones que le dan movimiento, un cerebro artificial que
guarda, en sus circuitos de silicio, toda la información que, en trozos, se conserva
del pasado pre-catástrofe, un ojo que es el grueso objetivo de una cámara que
graba su entorno y proyecta imágenes de sus registros digitales. Parece una
muñeca grande, viste un miriñaque rojo, adornado con bordados hechos con hilo
dorado, y se cubre el cráneo metálico, que alberga a sus dos cerebros interconectados
–uno de neuronas y otro de chips-, con una peluca de tirabuzones rubios[1].
El pulso electromagnético previo a la explosión nuclear ha
borrado la mayoría de los registros digitales y no hay datos consistentes de
cómo fue antes el mundo. En sus peregrinajes de investigación, Jodoco y Miriñake
encuentran diversos objetos culturales del pasado y los analizan e interpretan:
trozos de esculturas, restos de electrodomésticos, herramientas rotas o
enteras, máquinas que aún funcionan pero cuya utilidad ignoran, imágenes…[2]
En su deambular por entre las ruinas de Quito, Jodoco y Miriñake
encuentran una biblioteca, la de Miguel de San Juan, el último de los críticos
literarios, quien ha escondido unos pocos libros de papel en un tonel de hierro
cubierto con plomo, de los que se usaban para encapsular desperdicios
nucleares.
Jodoco y Miriñake leen los libros y los interpretan: es en
la relación con esos objetos literarios que se constituyen en sujetos, los
captan, pues, desde sus puntos de vista: Jodoco el del orden simbólico, Miriñake
el imaginario, el del mundo aprehendido como significantes disgregados. Jodoco
es un profesor: es canónico, sistemático y formal[3];
Miriñake es un cyborg, fragmentario, asintáctico, vitalista y grotesco[4].
En el tonel hay solamente tres libros y un cuento
desprendido de un volumen extraviado, todos esos textos que tienen que ser
interpretados por ambos, Jodoco recurriendo a su memoria y a dos manuales de
teoría literaria que lleva consigo[5],
Miriñake usa para sus interpretaciones los registros digitales que guarda en su
procesador de datos, registros en los que se mezclan fragmentos teóricos
literarios, políticos, narrativos, artísticos y científicos.
Jodoco y Miriñake hacen informes de los textos que han
estudiado, él primero envía sus textos –redactados en una vieja máquina
portátil de escribir- vía fax, a través de una de las pocas líneas telefónicas
de tierra que han quedado utilizables en la ciudad, mientras que el-lla,
Miriñake, lo hace usando una conexión
inalámbrica, directamente desde su cerebro electrónico. Ninguno de los dos sabe
si los mensajes que redactan llegarán a su destino, asunto que angustia a
Jodoco y le es indiferente a Miriñake.
Los restos de la biblioteca de Miguel de San Juan los han
hallado en una construcción de hierro y vidrio que fuera, a principios del
siglo XX un mercado y que, a fines de la misma centuria, fue reconvertido en
centro cultural, levantado en una de las colinas que bordean Quito por el Este
y desde la que pueden verse los kilómetros cuadrados de ruinas que son la
ciudad. Cuando Jodoco y Miriñake llegan al lugar, la estructura metálica ha
cedido a la herrumbre y de los cristales, que fueron sus techos y paredes,
quedan solamente unos restos afilados, como puñales traslúcidos que erizan el
suelo. Los dos investigadores, caminando con cuidado, se internan entre las
cuchillas de vidrio y los afilados restos de las columnas de hierro; caminan
con sus traje movidos por el viento, él largo y flaco, el-lla baja y maciza.
Ambos alcanzan finalmente una zona limpia y se sientan en ella. Jodoco, que
antes ha sacado los tres libros y el haz de hojas desencuadernadas del tonel y
las ha guardado en los bolsillos de su hábito, saca el cuadernillo y empieza a
leerlo en voz alta, sus palabras se escuchan mezcladas con el viento que barre
la colina y silba al pasar entre el hierro y el cristal quebrado de las ruinas.
-UN NUDO EN LA GARGANTA
cuento por César Dávila Andrade –empieza
Jodoco-. “Todos le vimos pasar alguna vez con su ligera caja de buhonero…”
Terminada la lectura, Jodoco,
que carga siempre son su máquina de escribir portátil, la saca de su estuche,
se la coloca sobre las rodillas huesudas y empieza a teclear su informe sobre
el texto de Dávila Andrade. Mientras el hombre redacta, Miriñake, quien trabaja
en la interconexión de sus dos cerebros, permanece tendida sobre el suelo.
Parece una muñeca rota.
INFORME DE JODOCO
CIRCULACIÓN Y
ESTANCAMIENTO: UNA MENTALIDAD NECRÓFILA Y NECRÓFOBA
En este informe he decidido
hacer un análisis formalista – estructuralista del cuento. Tomará de formalismo
la noción de motivo, propuesta por Tomachevsky en su artículo temática, según
la cual un relato puede dividirse en sus unidades temáticas hasta llegar a unas
partes no analizables del texto: “…partes no analizables, las partículas más
pequeñas del material temático…” (Todorov, 1980, p. 203). El autor ruso llama
motivos a estas partículas y las clasifica en motivos asociados (aquellos que
son imprescindibles para la trama o columna vertebral de la acción del relato)
y motivos libres (aquellos que pueden ser removidos sin que la trama se vea
afectada, estos motivos marginales “son introducidos en razón de la
construcción artística de la obra”.
Considero que el análisis
literario de un relato no puede limitarse la enumeración de unas unidades
narrativas y a su caracterización. En atención a lo anterior, pues, completaré
el análisis formalista organizando los motivos en los que separe el cuento en
ejes de oposición de una estructura que subyace a la narración. Para eso sigo
lo planteado por Levi – Strauss y Jakobson que, en su análisis del poema “Los
Gatos” de Baudelaire, organizan los versos y sus componentes en ejes de acuerdo
a la estructura de oposiciones que hallan en la obra analizada: Real / Surreal;
Empírico/Mitológico; Intrínseco/Extrínseco.
En el cuento de Dávila
Andrade, un buhonero enferma de la garganta, debe dejar su trabajo de mercachifle,
decide regresar de la población donde vive a su aldea de origen y muere
tratando de llegar allí. Parece obvio que la estructura significativa
subyacente a este relato se articula en una oposición: CIRCULACIÓN /
ESTANCAMIENTO. El valor de la circulación se expresa en todo lo vital,
en el comercio, la integración social de la multitud en las calles y mercados,
las interacciones que los personajes mantienen: de amistad, amatorias,
económicas. El valor opuesto, el del estancamiento, se expresa en la
enfermedad, en la incapacidad para la integración social del protagonista y en
su muerte, al final.
Si analizamos el relato en
sus motivos, asociados y libres, y luego ubicamos esos motivos en un cuadro de
columnas de acuerdo a su pertenencia al eje de la circulación y al del estancamiento,
obtenemos el siguiente esquema:
CIRCULACION
1.- El protagonista pasaba ante todos
con su caja de mercancías mínimas e insignificantes. Iba por mercados, calles,
estacionamientos y portales.
2.- El protagonista voceaba su
mercancía a gritos.
8.- Busca agua, bebe y mejora.
9.- Al sentirse mejor, regresa a su
trabajo de buhonero por las calles, entusiasmado.
11.- Vende toda su mercancía sin
esforzarse, sin pregonarla.
24.- Recuerda su pasado de sirviente de ricos y luego de vendedor callejero.
34.- Una vieja fondera del pueblo, más tarde, halla el cadáver del antiguo mercachifle y avisa de su hallazgo.
ESTANCAMIENTO
3.- Cierta noche, mientras bebía
aguardiente con unos oficiales de panadería , pierde la voz.
4.- Al día siguiente se siente
enfermo y débil.
5.- Con la voz disminuida nombra su
mercancía con dificultad.
6.- Empieza a toser con una tos que
parece la risa de un cadáver.
7.- No puede desayunar porque le
repugna la comida.
10.- Vuelve a toser y pierde las
fuerzas y el ánimo.
12.- Decide regresar a su pueblo.
13.- Al salir del mercado, ve una
muchacha enferma, sufriendo.
14.- Al día siguiente despierta
angustiado en su cuarto.
16.- Deambula solitario por los
márgenes del poblado, por un bosque.
19.- Trata de gritar en soledad.
Fracasa.
20.- Vomita sangre.
21.- Esa noche la pasa casi
delirante.
22.- Al amanecer refuerza su decisión
de regresar a su aldea nativa.
23.- Vende su caja de mercancías.
25.- Toma, a medio día, un transporte
que lo aproxima a su pueblo natal. Hace un viaje difícil, empeora de su enfermedad.
26.- Baja del transporte ya de noche
en una villa pobre y desolada.
27.- Se hospeda en un hoteluco en el que duerme.
28.- Despierta a mitad de la noche y
tiene imaginaciones de muerte.
29.- Disminuye su capacidad para
respirar.
30.- Salta de la cama y sale del
cuarto del hotel por una ventana.
31.- Atraviesa un jardín, salta un seto.
32.- A campo traviesa se dirige hacia
su pueblo.
33.- Cerca de su aldea, se le cierra
la garganta, y cae.
35.- Llegan otros habitantes del
pueblo, revisan el cadáver del buhonero, sin reconocerlo.
Si queremos vislumbrar la mentalidad de ese
mundo que produjo el texto analizado, debemos profundizar en el análisis de
esta dicotomía circulación/estancamiento. La primera aproximación que hemos
hecho es válida, no es gratuito que el protagonista sea un comerciante y que el
inicio del cuento y su parte positiva, vital, esté asociada con la circulación
comercial de bienes de consumo, algo fundamental en una sociedad
mercantilizada. Pero no son solamente bienes económicos los que circulan en lo
social, son también las palabras, los signos, los valores simbólicos los que
subordinados a los mercantiles, en una situación positiva, deben fluir también.
Es destacable que en el motivo Nº 8, el protagonista mejore cuando bebe agua,
elemento de la realidad que se caracteriza por su calidad de fluido, de
circulante. Lo negativo: enfermedad, sufrimiento, muerte, está asociado al
estancamiento que, en lo económico se expresa en el abandono de la actividad
comercial por parte del buhonero y, en lo comunicativo, se caracteriza por la
mudez, por la incomunicación, por la imposibilidad del intercambio y
circulación de palabras. Incuso cuando se mueve, en los motivos Nº 25, 30-32,
el buhonero hace un viaje de regreso hacia su muerte, que es el estancamiento
final.
Hay un elemento más que no debe ser relegado
en la reconstrucción de esa mentalidad arcaica que estamos buscando y que
subyace, como hemos dicho, en este cuento. A la dualidad circulación /estancamiento
se asocia otra, la contraposición entre rural y urbano.
El buhonero tiene su momento de bienestar,
de circulación de signos y de mercancías, en un poblado con suficientes
habitantes y lugares como para asimilarlo como urbano pues se mueve por un
mercado y un estacionamiento. En su momento de enfermedad y muerte, cuando le
es imposible participar en la circulación de bienes y de signos, el
protagonista del cuento va hacia el campo, lo rural, una aldea alejada,
espacios desolados en los que no hay circulación, no llega el transporte, son
lugares de estancamiento y muerte. Es obvio que en la estructura subyacente de
este relato se privilegia lo urbano como lugar de bienestar y se asigna a lo
rural una calidad negativa, asociada al mal y a la muerte.
Para una comprensión más cabal de la visión
del mundo de este escritor del pasado, debemos contraponer al texto literario
otro tipo de textos que nos ilustren sobre la naturaleza de la mentalidad que
investigamos.
Creo que, en ese afán y con provecho
analítico, podemos vincular esta noción de muerte hallada en la estructura
subyacente del cuento de Dávila Andrade a algunos materiales de archivo que han
sido rescatados de una antigua notaría en la cuidad de Otavalo y que provienen
del siglo XVIII. En esos registros se puede encontrar esa vinculación que hemos
hallado en la oposición circulación - vida / estancamiento - muerte en relación
con los bienes económicos. En la mencionada notaría se hallaron restos de un
testamento que, en la lógica del análisis hecho, podemos interpretar como el
esfuerzo final de un sujeto por seguir participando en la circulación de signos
y de bienes aun después de su muerte. Recuerdo, aproximadamente, ese documento,
un testamento dictado en ese siglo por un tal Phelipe García Muriel, vecino se
Cotacachi:
"Y cumplido y pagado en la forma
dicha, asimismo nombro e instituio por mis únicos y universales herederos de
todo el remanente que quedares de mis vienes, derechos y acciones a mi muger
doña Nicolasa de León y dichos mis hijos Blas Muriel y Juan Ventura Muriel,
para que aian y gozen por igual el partes sus parte y porciones sin que se
entienda querer preferir el uno al otro en dichos vienes, como de cuatro fanega
sea de trigo de sembradura que dejo..."
Como podemos ver, en el testamento como en el
relato, al final, tanto para el testante como para el personaje ficcional,
triunfa el estancamiento, la incomunicación, la muerte, mostrándonos la visión necrófila
del mundo que el autor expresa. Esta necrofilia va opuesta a la esa actitud
necrófoba, patente al inicio del relato de Dávila, patente también en la lucha de
Phelipe García Muriel por permanecer, aún después de muerto, en control de su
heredad; actitud o visión que privilegia, como positivo, todo lo opuesto a la
inmovilidad y la muerte: la circulación, el intercambio social y comercial, la
vida, en una palabra.
INFORME DE MIRIÑAKE
PARA COMPRENDER EL GRITO Y SU RENUNCIA
Miriñake se levanta del piso, donde ha permanecido yerta, se yergue en
su corta estatura ante el paisaje de la ciudad derruida, que se extiende hacia
el horizonte, y recita un poema con la voz metálica que brota de su boca
infantil, los sonidos salen endurecidos por la dentadura de tungsteno del
cyborg.
EXPLICACIÓN DE LAS METÁFORAS
Raymond Queneau
Si hablo de los dioses, es porque cubren el mar
Con su peso infinito, con su vuelo inmortal,
Si hablo de los dioses, es porque frecuentan los
aires,
Si hablo de los dioses, es porque son perpetuos.
Si hablo de los dioses, es porque viven bajo tierra,
Insuflando en el suelo su aliento vivaz,
Si hablo de los dioses, es porque cobijan el hierro,
Amontonando el carbón, destilando el cinabrio.
Inquiere Miriñaque:
Si la voz da tal poder, si hasta
se puede hablar de los dioses, que es una manera de controlarlos, ¿por qué
renunciar a ese poder? Esta es la pregunta que permite explicar, y luego
comprender, el cuento de César Dávila Andrade.
Con su ojo-cámara-proyector, el cyborg proyecta sobre el suelo, frente a
sus pies, una diapositiva, mientras registra con su voz metálica:
Pintura de inicios del siglo
XX, autor probable: Joaquín Pinto, título “¡Carajo!”, fotografía tomada de una
enciclopedia en papel destruida en el año 2038.
El protagonista del relato
“Un nudo en la garganta” grita al anunciar sus mercancías. El sujeto retratado
en el cuadro también grita; suponemos que grita “¡Carajo!”: interjección usada,
hasta la actualidad, para expresar desagrado o disgusto. Para entender el
silencio al que es condenado el hombre del cuento, podemos asociarlo
interpretativamente con el grito dado por el hombre de la pintura.
Edward Sapir, en su libro El
lenguaje(1962, p.11), dice que “No hay que cometer el error de identificar
nuestras interjecciones convencionales… con gritos instintivos en si mismos.
Estas interjecciones no son mas que fijaciones convencionales de sonidos naturales”.
Al perder la facultad de
gritar, el buhonero pierde la capacidad de expresarse convencionalmente, aún en
la más básica de sus versiones que es la de la interjección. Pierde, en este
aspecto, una capacidad cultural que lo vincula con los otros miembros de la
cultura a la que pertenece. Se ve enfrentado, condenado, mejor, a la soledad.
Eso explicaría ese éxodo final en el que se mete y en el que halla la muerte: al
quedarse sin palabras, se queda solo.
Pero hay más. El buhonero no
solamente pierde su capacidad para hablar, para expresarse en un código
consensuado que lo hermana con sus semejantes y lo integra en una comunidad; no
solo pierde la cultura, pierde también su capacidad de gritar, es decir: pierde
algo que es anterior a lo cultural, algo instintivo.
El cyborg proyecta, desde su ojo mecánico, una nueva imagen que se
extiende sobre el suelo irregular de la colina en la que se halla. Atardece en
la ciudad y, en el crepúsculo, destella más la luz coloreada que surte del
grueso lente alojado en la cuenca ocular de Miriñake, quien mientras hace la
proyección, registra en voz alta:
Munch, Edvard, cuadro
titulado “El grito”, pintado hacia 1883.
Dice Sapir en el libro ya
citado (p. 10): “…bajo el impulso de la emoción –por ejemplo de un dolor agudo
y repentino o de una alegría sin freno-, emitimos involuntariamente ciertos
sonidos… esas exclamaciones instintivas no constituyen una comunicación en el
sentido estricto de la palabra. No se dirigen a nadie…”
Al quedarse sin lenguaje, el
buhonero queda sin cultura, queda incapacitado para diferenciarse del mundo: el
lenguaje ,en la diferenciación que lo constituye semánticamente, nos permite
alejarnos del entorno y al referirlo no apropiamos diferencialmente de él. El
buhonero mudo, se confunde, se pierde en la indiferenciación.
Al quedar sin la facultad de
gritar, el protagonista del cuento pierde también el instinto, esa conducta
instaurada genéticamente en los seres vivos que nos permite sobrevivir.
Con su voz rasposa y metálica, Miriñake recita:
Lo fatal
Rubén Darío
Dichoso el árbol, que es apenas sensitivo,
y más la piedra dura porque esa ya no siente,
pues no hay dolor más grande que el dolor de ser
vivo,
ni mayor pesadumbre que la vida consciente.
Ser y no saber nada, y ser sin rumbo cierto,
y el temor de haber sido y un futuro terror...
Y el espanto seguro de estar mañana muerto,
y sufrir por la vida y por la sombra y por
lo que no conocemos y apenas sospechamos,
y la carne que tienta con sus frescos racimos,
y la tumba que aguarda con sus fúnebres ramos,
¡y no saber adónde vamos,
ni de dónde venimos!...
El buhonero, al enmudecer, queda sin lenguaje y, queda
también, sin instinto al no poder gritar, y se desliza hacia lo inorgánico,
hacia el Tánatos, expresando esa tendencia de la psiquis humana de la que Freud,
en su libro Más allá del principio del placer (1970, p.113), dijo:
“Las pulsiones orgánicas conservadoras han recogido cada
una de estas variaciones impuestas a su curso vital, preservándolas en la
repetición; por ello esas fuerzas no pueden sino despertar la engañosa
impresión de que aspiran al cambio y al progreso, cuando en verdad se empeñaban
meramente por alcanzar una vieja meta a través de viejos y nuevos caminos.
Hasta se podría indicar cuál es esta meta final de todo bregar orgánico.
Contradiría la naturaleza conservadora de las pulsiones el que la meta de la
vida fuera un estado nunca alcanzado antes. Ha de ser más bien un estado
antiguo, inicial, que lo vivo abandonó una vez y al que aspira a regresar por
todos los rodeos de la evolución. Si nos es lícito admitir como experiencia sin
excepciones que todo lo vivo muere, regresa a lo inorgánico, por razones internas,
no podemos decir otra cosa que esto: La meta de toda vida es la muerte; y,
retrospectivamente: Lo inanimado estuvo ahí antes que lo animado.”
Freud habla del retorno a un
estado antiguo, inicial: El buhonero regresa a su aldea de origen, a su madre.
La vuelta a la madre es el camino inverso al de la vida que es el de alejarse
de ella, de la madre, del útero. La vuelta a la madre es el regreso a la
simbiosis inicial, a la indiferenciación, esa que para el protagonista del
cuento comienza con su abandono del lenguaje, sigue con la perdida del grito y
concluye con la muerte, una muerte tan indiferenciadora que su cuerpo no es
reconocido por los habitantes del que fue su pueblo.
Conclusión: La aspiración a
lo inorgánico es una de las características de lo humano. Esto lo demuestra la
recurrencia, en la literatura, del tema del viaje hecho para ir al encuentro con
la muerte. Aparece en las Mil y una noches, en el cuento del Árabe y la
Muerte, que Jean Cocteau cuenta así:
“Un joven jardinero persa dice a su príncipe:
-¡Sálvame! Encontré a la Muerte esta mañana. Me hizo un
gesto de amenaza. Esta noche, por milagro, quisiera estar en Ispahan.
El bondadoso príncipe le presta sus caballos. Por la
tarde, el príncipe encuentra a la Muerte y le pregunta:
-Esta mañana ¿Por qué hiciste a nuestro jardinero un
gesto de amenaza?
-No fue un gesto de amenaza -le responde- sino un gesto
de sorpres. Pues lo veía lejos de Ispahan esta mañana y debo tomarlo esta noche
en Ispahan”. (Borges y otros, 1993, p. 149)
Jodoco y Miriñake han terminado su trabajo, el primero
guarda su máquina de escribir en el estuche y sigue a su acompañante que se
dirige hacia los restos de hierro y cristal que coronan la colina en la que ha
intentado interpretar el cuento “Un nudo en la garganta”.
Miriñake, mientras se aproxima a las ruinas, intercambia
quantums de información entre su cerebro Biológico y su cerebro electrónico. El
cuento de César Dávila Andrade le ha mostrado una vez más la relacio neurótica
que tienen los humanos con la muerte, una relación que a el-lla le es ajena.
Mientras camina, el cyborg recita, con su voz ríspida y metálica:
Y la
muerte no tendrá ya dominio
Dylan
Thomas
Y la muerte no
tendrá dominio.
Ya las gaviotas
no gritarán en los oídos
ni romperán las
olas sonoras en las playas;
donde alentó una
flor, otra flor tal vez nunca
levante su
cabeza a los embates de la lluvia;
y aunque ellos
estén locos y totalmente muertos
su cabezas
martillearán en las margaritas;
irrumpirán al
sol hasta que el sol sucumba,
y la muerte no
tendrá dominio.
El cyborg camina de prisa, guiando al humano, quiere
buscar refugio en un subsuelo que ha descubierto en la construcción derruido.
Pasarán allí la noche al abrigo de las bandas de ladrones que asolan la ciudad
de Quito, en sus horas de oscuridad, y de los perros asilvestrados que atacan a
los viajeros solitarios.
Bibliografía.-
Borges, Jorge, y otros, Antología de literatura
fantástica, Buenos Aires, Sudamericana, 1993.
Dona Haraway, “El
manifiesto cyborg”,
Eagleton, Terry, Una introducción a la teoría literaria,
México, FCE,1998
Todorov, Tzvetan, Teoría Literaria de los formalistas
rusos, México, Siglo XXI, 1980.
Sapir, Edward, El lenguaje, México, FCE, 1962.
[1] Jodoco es un personaje
que tiene la actitud de los críticos provenientes del humanismo liberal que
tratan de hacer su trabajo de interpretación literario de manera aséptica,
libre –esperan- de la influencia de la sociedad. (Eagleton, 1998, p 239).
Miriñake, es un recuso
de indagación literario y cultural. Lo he construido a partir del capítulo de
“Feminismo” de Selden, en el que se habla de la perspectiva diferente desde la
que la critica feminista aborda los textos. Sobre todo me ha servido la
propuesta de Donna Haraway quien en su texto “El manifiesto cyborg” dice lo
siguiente:
“Estoy argumentando a
favor del cyborg como una ficción que abarca nuestra realidad social y
corporal, como un recurso imaginativo sugerente de acoplamientos muy
fructíferos”
Dona Haraway, “El
manifiesto cyborg”,
[2] En
una tesis de maestría, esta amplitud de interpretaciones se amalgamaría en una
reflexión holística con los textos elegidos para el análisis.
[3] En la
noción del canon occidental de Bloom, y las aproximaciones a lo literario de
autores como los formalistas o los estructuralistas.
[4] Para
desarrollar la perspectiva analítica de Miriñake usaré el libro de Donna
Haraway, el manifiesto SCUM, el existencialismo de Camus y, por supuesto, al
Nietzsche de Así Hablaba Zaratustra y Ecce Homo.
[5] Raman
Selden, La teoría literaria contemporánea, y Jonathan Culler, Breve
introducción a la teoría literaria.